Cuando digo que soy maestra de Infantil, la gente, en general, responde con un "¡Ah!" , tan soso, que me gustaría exclamar:
¿Dónde más podría atar lazos al pelo, ajustar cinturones y ver un desfile de moda a diario?
¿Dónde, aunque siempre me vista de la misma manera, me dirán que mi vestido es bonito?
¿En qué sitio, sino allí, me abrazaría un apuesto jovencito y me dirá que me quiere?
¿Dónde eres tan importante que hasta le has de limpiar los mocos a la estrella del desfile?
¿En qué otra parte olvidaría mis penas porque tengo que atender tantos arañazos, cocos y corazones afligidos?
¿Quién recibe más flores que yo?
¿Dónde más podría guiar en la escritura de las primeras letras, una manita que quizás algún día escriba un libro?
¿En qué otro lugar recibiría un regalo de sonrisas?
¿En qué otro sitio me harían un retrato gratis?
¿En qué lugar mis palabras causan tanto asombro?
¿En qué trabajo, cuando faltas dos días, te reciben con los brazos abiertos?
¿Dónde puedes ver en primera fila la ejecución de grandes obras de arte?
¿Dónde conservaría el alma joven, sino en medio de un grupo cuya atención es tan efímera que siempre debo tener a mano una caja de sorpresas?
¿En qué otro sitio derramaría lágrimas porque hay que dar por terminado un año de relaciones felices?
Me siento grande trabajando con pequeños.

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