jueves, 10 de julio de 2008

La historia oculta de los tres cerditos



Este cu
ento va dirigido a niños y niñas mayores de 7 años y pretende tratar la discriminación. La actividad parte de dos objetivos: rechazar actitudes discriminatorias basadas en prejuicios y desarrollar una actitud empática hacia las personas que sufren discriminación.

El maestro o la maestra pide al grupo que reconstruya la historia de los tres cerditos. Después, pregunta qué piensa el alumnado del lobo. A continuación se explica La historia oculta de los tres cerditos:

Me llamo Sean O´Connor. Soy un lobo irlandés. Os escribo desde la prisión de Soto de Real, en Madrid, casi habiendo cumplido la totalidad de la pena que me fue impuesta, injustamente, acusado de intento de asesinato de tres lechoncitos. Y digo injustamente porque, por alguna extraña razón, nadie quiso nunca creer mi versión de los hechos.
Todo empezó una tarde de invierno en que yo paseaba por los bosques de Asturias recogiendo setas y tubérculos para la cena. Eran mi comida preferida desde que, hacía un año, me había trasladado desde los montes irlandeses en busca de climas más amables. Había comprado un gran terreno con todos mis ahorros y, por fin, vivía como siempre había soñado. Aquel verano, tres cerditos construyeron sus pequeñas casas dentro de mis terrenos. No me importó, pues sabía que tendría a quien acudir cuando necesitara compañía.
Esa tarde, el cielo se oscureció amenazando tormenta. Decidí volver a casa, cuando observé que un viento tornado se acercaba peligrosamente hacia las casas de los tres cerditos. Corrí desesperadamente hacia la primera, que era de paja. Antes de poder auxiliarlo, la casa se vino abajo y el cerdito corrió a la casa de su hermano. Yo me dirigí raudo hacia ésta para intentar evitar que cayera, pero fue inútil, porque estaba levantada con ramas de árbol, y fue inevitablemente engullida por el tornado. Los dos cerditos corrieron a casa del tercer hermano para refugiarse. Para entonces, era yo el que huía del tornado. Llamé desesperadamente a la puerta, porque esta casa estaba construida con ladrillos y aguantaría perfectamente el vendaval. No me abrieron. Pensé que no me habían oído, así que intenté entrar por la chimenea. Me tiré por ella y caí en un candelero con agua hirviendo que, supongo, habían olvidado sobre el fuego.
Cuando el tornado pasó, desperté ya en el hospital penitenciario. Me comunicaron que los tres cerditos habían puesto una denuncia por derribar sus casas e intentar comérmelos. En el juicio, todos creyeron a los tres cerditos. Creo que su aspecto tierno y rosado ayudó mucho. Cuando yo dije que recogía verduras para comer, el jurado se rió, y oí comentarios sobre mis enormes colmillos y sobre la imposibilidad de que un lobo pudiera ser vegetariano, así como sobre mi aspecto peludo y oscuro y mis extrañas ropas. Pero digo yo: ¿cómo es posible que alguien pueda creer que soplando pudiera derribar dos de sus casas e intentarlo con la tercera? ¿Por qué todos pensaron que un lobo peludo no podía ser propietario de los terrenos?
Lo único que yo quería era vivir tranquilo en mis tierras, cultivar mis hortalizas, recoger bayas silvestres y mantener limpio y cuidado el bosque. Ahora estoy enfermo y encerrado. Cuando acabe la condena, creo que volveré a Irlanda con las manos vacías y sin ninguna ilusión.

Una vez leído el cuento, se inicia un debate con preguntas como: ¿qué pensáis ahora de los tres cerditos? ¿Creéis que el aspecto del lobo influyó para que nadie le creyera?, etc.


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